De La mirada perdida
Unicaja, Cádiz
Premio Nacional “Rafael Alberti” (1991)
POETA AISLADO
Tienes los años necesarios
para haberte hecho un nombre
entre tus compañeros de viaje;
sin embargo, no cuentas en la nómina
vana de los que suenan, laureados,
en conspicuos salones literarios.
Aún escribes jugándote la piel
de adolescente crónico y así
no burlarás a tus fieles demonios
el oropel debido a tal esfuerzo.
Sin medro no hay aplauso
y el paño, por muy fino que sea,
oculto no se vende. Con todo,
la moraleja te resbala las ganas:
el mar te ha sonreído
y un cuerpo hermoso acompaña tu paso.
USUFRUCTO
No es motivo de orgullo
ese halago social de lo bien que te sienta
el paso de los años. Al contrario;
tú dirías más bien que lo lamentas:
el ahorro en salud es señal evidente
de que la vida, a la que temes,
va pasando a tu lado sin consideración.
Si no te hiere es porque te ignora.
Tu sólo orgullo –cínico tal vez-
es la sentencia con la que te explicas:
“Sólo me gasto si merece la pena”.
TODAVÍA ES TARDE
Para el salto mortal hacia la luz
que daría sentido a la palabra
y alumbraría el pozo en que te hundes.
Todavía es tarde
para la soledad definitiva,
el recodo sereno del camino
al que habrás de llegar
cuando el deseo te perdone la vida.
Todavía es tarde
para el consuelo del olvido
que borre los errores inocentes
del niño listo que creció sin modelos.
La esperanza te ayuda:
todavía es tarde para llegar a tiempo.
SI LA NOCHE SE ENCANALLA
(en el Baco´s)
Tu vocación de hogar la vas negando
con ese afán de búsqueda
que te empuja a la calle. Un bar
te espera en el que, cómplices de oficio,
los iniciados veláis sin fe
la vida detenida en una copa.
Pasan las horas muertas y el humor se hace
salvoconducto contra el miedo
de volver a tu sitio, casa y cama vacías.
El juego solidario toma a veces
extraños compromisos, recetas vanas
para seguir a flote: se encanalla la noche
y la prudencia huye de los ojos cansados.
Se encona la danza del deseo
y el límite es la apuesta para llegar al colmo;
todo, más, lo que sea, con tal que no naufrague el barco ebrio de la soledad.
CÁRCEL ABIERTA
A qué esos votos
que nadie te ha pedido.
Por qué encierras
tu natural urgencia
en esta triste alcoba.
Para qué, para quién
guardas tu risa fácil
y la ilusión crecida.
No es trofeo la fe
si no se espera el premio,
ni virtud la renuncia
cuando niega el anhelo.
Despierta, pues,
y empuja sin reparo
el lastre mortecino
que traba tu fortuna.
Mejor la bofetada
que ese culto aburrido
a un mito sin prestigio
del que nada recibes.
PRUDENCIA
Qué pides ya a la vida
a estas alturas del fracaso:
la dosis necesaria de belleza;
un sabor a los días;
usura en el recuerdo del amor
imposible; y, si hay suerte,
un poema.
EL MISÁNTROPO INDEFENSO
Sobre un exiguo campo –la toalla-
y acosado por bultos semovientes
se afirma en su aversión: humilla
formar parte de este género
mal llamado humano.
Desnudos, la piel descubre
su tosca y zafia realidad
sin misericordia: el tiempo
marcando etapas a la muerte.
Mira al mar, asqueado,
y la vida le impone su venganza:
un cuerpo adolescente, florecido
en la luz de sus sueños más claros,
avanza sonriendo y le mira a los ojos.
Mudo en su desconcierto,
balbucea un saludo de socorro:
“En casa tengo aire acondicionado”.
MÁQUINA Y PULSO
Sístole:
y una vida comienza, bombeando
su flujo indiferente al tiempo.
Allá que van los días, sangre adentro,
comezón emergente del destino.
Vendrán así los ciclos ignorados,
el pálpito de la luz a la sombra;
melodía callada, fiel compás.
Habrá nombres, números y verbos;
el camino olvidará tus pasos
y aprenderás ya tarde
la lección de la especie.
Colofón descorazonador:
confundimos un ritmo rojo y simple
con un milagro de la naturaleza.
Diástole.
EN CARNE VIVA
La elocuencia callada de su apremio
cuando crece. Esa atención
urgente que reclama. Su ruego
de tirano en acecho por si avista
la forma que seduce su celo.
Una inquietud palpable, repentina,
de animal inocente y en precario.
La conmiseración clara y altiva
por su necesidad. Son los signos
feroces de ese apéndice raro
que polariza la voluntad del hombre
cuando el deseo ordena zafarrancho.
Qué esclavitud la nuestra a tales siervos.
UN BOLERO, POR FAVOR
Amaneces así:
Súbitamente lírico y con resaca atroz;
arañando una sombra
y ahíto de melancolía. Maldices
la prudencia que te frenó las manos
y el café no es alivio en tal abismo.
Te observas desde fuera y una vez más
compruebas que la aspirina
de un bolero amargo
es el clavo en la herida
para salir a flote del páramo privado.
FLOR DE HUMO
Llega la noche y te entregas a ella
confiado. Sin apenas notarlo
ha ido creciendo en ti la dependencia
en el bálsamo raro de su encanto.
Acaso sucedáneo, acaso solución
contra el gris de tus días,
no te preocupa ya sino la mala leche
que te produce el no conseguirla.
Si hermosa verde, su momento mejor
· como el amor, no hay duda-
es cuando arde feliz y se consume
por todos los rincones de tu sueño.
Cómo es posible que los necios
desprecien su virtud y la proscriban.
EL MAESTRO
Su cátedra es el marco
donde bulle la vida: un bar,
la discoteca, la terraza del puerto,
una playa al ocaso, paseos
sin destino. Lugares donde acude
el curioso discípulo, ávido
de un saber rebelde y sin muletas.
Regala así su sabiduría
a cambio de una risa, un gesto, una caricia.
Y rara vez ocurre, pero entonces
el alumno recibe clases particulares
en el aula privada de la casa encendida,
donde el conocimiento busca un sentimiento.
En ese caso son pocos
los que aprueban; nada fácil
invertir los papeles y ser absuelto
de un exceso de celo. Ya se sabe,
es moneda corriente el mal pago
de la función docente.
YA LO SABES
(confidencias de barra
a un joven que promete)
Acércame tu oído, voy a seguir
descifrando el enigma, ahora que la música
oculta la palabra de testigos.
La vida
sólo vale lo que pongas en ella
y en tus manos están la brújula y el arco,
la voluntad y el miedo. Considera
oportuno, si aspiras a entenderla,
burlarte del dolor y dudar del placer.
Guárdate de su daño y su brillo,
espejismos que no han de errar tu paso.
Celebra el día que nace y la noche que muere
como si fueran únicos y niega –en lo posible-
la confianza ciega en cualquier absoluto,
así que sea el amor, la piedra cenital
siempre presta a aplastar tu corazón.
Busca la soledad para gozar mejor después
con la compañía de los pocos y cómplices
que den la talla de tu espíritu.
No escatimes esfuerzos a la hora
de colmar tus pasiones; ellas, al fin,
altas o bajas, serán la mejor credencial
de que estás vivo aún. Y acepta sin rencor
los golpes de timón que desvíen tu norte.
Del caos nace el orden, y la luz sólo tiene sentido
porque existe la sombra. En tales paradojas
encontrarás la lógica de esa sabiduría
que hace humana la vida.
Ya lo sabes; aunque un último apunte todavía:
para aprender olvida; pero recuerda,
ésta la pagas tú.
DANDO FE
Has de saber, ingenuo debutante,
ungido de soberbia, que no hay amor
sin miedo, ni placer
sin dolor añadido. Por lo tanto,
esconde tu arrogancia
y no malgaste el caudal asignado;
llegará pronto el tiempo
en que compruebes, mirando atrás,
que a más alto el orgullo,
más clara la derrota.
VOYEUR
Abierta sobre el mar, la terraza
es un punto de vista tentador
frente al que pasa, con sus dones,
el clamor de la vida. El solitario
recibe en sus prismáticos
la seducción de un torso, piernas,
rostros que soliviantan su crispado deseo.
No osará descender a la playa;
le asusta la belleza y guarda la distancia.
Sólo pretende ser testigo fugaz
del cruel estío, lejos del tacto
y su peligro; en morbosa inocencia.
Hasta se cree feliz, el muy cobarde.